Málaga recibía este lunes al cocodrilo del tenis, esto es, Novak Djokovic, que a su aterrizaje en una terminal privada del aeropuerto lucía la misma beisbolera que lució a su llegada dos semanas antes a Turín, donde ya se sabe lo que sucedió: lo de casi siempre. Vencedor, el número uno irrumpe ahora en Andalucía, su segundo hogar, para tratar de dar con el último de sus botines de este año, la Copa Davis. No será por ganas. Amante de las competiciones por equipos y haciendo siempre gala de un profundo sentido patriótico, el serbio está dispuesto a dejar un último sello en esta temporada tan triunfal, en la que no se le ha resistido casi nada. Son siete trofeos y el trono a final de año, además de haber dejado muy claro quién manda.
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